El banco de España y la banca

Al tiempo que Emilio Botín modifica los estatutos del BSCH con la finalidad de prolongar su edad de jubilación, la mayoría de las entidades financieras, entre ellas y quizás encabezándolas el propio BSCH, prejubila a sus empleados a los cincuenta años. Las prejubilaciones bancarias caen de lleno dentro del tema de la contabilidad creativa. Un análisis clásico de economía conduciría sin duda a la conclusión de que no son rentables para los bancos, tanto más cuanto que el servicio prestado a los clientes es tan deficiente. Visitar una sucursal bancaria constituye a menudo una odisea. Pero aquí, el tiempo de los consumidores o clientes nunca se computa: es gratuito.

El análisis que se realiza a propósito de las prejubilaciones es otro. Pertenece al ámbito de la economía virtual. El Banco de España permite a las entidades financieras llevar su coste a reservas, sin tener que imputarlo a pérdidas y ganancias. Vivimos en un mundo de apariencias. Lo importante no es la realidad sino la contabilidad, y contablemente, según la laxa normativa del BE, el coste de las prejubilaciones no minora los beneficios, lo que viene al pelo a los administradores que pueden presentar una cuenta de resultados más lustrosa y conseguir así crear valor en bolsa, que es lo único que les preocupa. 

El BE, al ser una entidad pública, no cotiza en bolsa, pero también le ha dado por las prejubilaciones. Con la excusa de cerrar la mayoría de las sucursales de provincias, pretende licenciar a todos los mayores de 55 años. Retirar al personal a esta edad para que siga cobrando con fondos públicos el sueldo en su casa es un despilfarro de difícil justificación. Es cierto que con la introducción del euro el BE ha perdido algunas de sus funciones, en especial las de tipo monetario y de caja, funciones que si bien se mira habían sufrido ya desde hacía bastantes años cambios sustanciales y cuya evolución era perfectamente previsible. Tiempo tuvo para ir remodelando poco a poco su plantilla a la nueva situación, sin traumas laborales, pero también sin  derroches innecesarios. 

Por otra parte, el Banco de España continúa manteniendo funciones sustanciales y que afectan de manera muy directa a la mayoría de los ciudadanos, como son la supervisión y la inspección de las entidades financieras. Y a juzgar por los resultados no ha sido precisamente un modelo de eficacia en esta materia. No me refiero ya a las recurrentes crisis bancarias del pasado en las que el BE siempre se enteraba a posteriori, con el consiguiente coste para el erario público, y que nada nos garantiza que no puedan volver a repetirse. Ahora me refiero a algo más inmediato, a la defensa del consumidor frente al oligopolio bancario, en la que la actuación del BE hasta el momento ha brillado por su ausencia. Le parecerá un tema menor a tan excelsa institución, pero ese tema menor le está costando muy caro a la gran mayoría de los españoles. 

El llamado capitalismo popular se ha transformado en una inmensa trampa. Una vez más, la teórica liberación ha servido tan sólo para crear unos mercados rígidos en los que la casi totalidad de los clientes, aquellos que no poseen poder económico o influencias, se  encuentran en la mayor de las indefensiones. Comisiones abusivas, cláusulas draconianas en los préstamos, contratos de adhesión, total falta de transparencia. La mayoría de los ciudadanos se encuentra a expensas de las grandes entidades y tiene que aceptar pasivamente sus condiciones, condiciones por otro lado bastante similares en todos ellos, tanto más cuanto que las fusiones bancarias estrechan más y más el mercado y el poder de la banca ha impedido el establecimiento de las entidades extranjeras.

Los clientes carecen en muchos casos de los conocimientos suficientes para entender todas esas jerigonzas y papeleo, y tampoco disponen de tiempo para estar reclamando todo el día. Son pequeñas cantidades pero que sumadas terminan engordando la cuenta de resultados de las entidades financieras. Éstas procuran que la información sea cada día más deficiente y esotérica, con lo que la reclamación de los clientes se hace prácticamente imposible.

Y qué decir de los fondos de inversión y de pensiones. Los fondos de inversión son el gran invento a través del cual los ahorradores asumen el riesgo; y las decisiones y el manejo de los recursos, las entidades gestoras dependientes de los bancos. ¿Qué garantía existe de que las operaciones realizadas se rijan por el beneficio de los partícipes y no por los intereses de las entidades o de los gestores? Y qué decir de los fondos de pensiones, subvencionados con dinero público mediante desgravaciones y que se está convirtiendo en el gran negocio de las entidades financieras. ¿Cuánto dinero han perdido los partícipes? Ni siquiera los de renta fija dan seguridad suficiente, al poder invertirse en títulos de empresas extranjeras.

Al BE le sobraría trabajo si se tomase en serio sus funciones, incluso para mantener todas las sucursales. Obligar a los clientes bancarios a desplazarse desde su provincia a la capital de la Comunidad Autónoma para denunciar prácticas irregulares de los bancos es imposibilitar aún más este tipo de actuaciones. Claro que a lo mejor es lo que se pretende.