La depreciación del Euro

Andan todos los comentaristas económicos revueltos con la depreciación del Euro. Y no es para menos tras las expectativas generadas a su creación. Ahora se podrá decir lo que se quiera y repetirse unos a otros que no tiene importancia, pero lo cierto es que entonces todos los apolegetas de la Unión Monetaria fundamentaban gran parte de su discurso en la conveniencia de tener una moneda fuerte capaz de competir con el dólar.

En quince meses, el euro ha pasado de valer 1,16 a situarse alrededor de los 0,9 dólares, la depreciación ha sido del 23%, y eso en términos nominales porque en términos reales la devaluación ha sido aun mayor, teniendo en cuenta que la inflación de EE.UU se encuentra por encima de eurolandia.

Pero, lo que quizás alarma más a los teóricos es la ausencia de razones consistentes que justifiquen tal devaluación. Las mayores tasas de crecimiento en EE.UU que aducen algunos, en ningún caso pueden ser explicación suficiente de tal comportamiento. Al fin y al cabo la cotización de una moneda es un precio, se mueve en el ámbito monetario y carece de lógica querer deducir su evolución por las tasas de crecimiento real. De hecho, en la práctica, bien sea desde una perspectiva diacrónica o sincrónica resulta imposible establecer tal correlación entre ambas variables.

Desde la óptica puramente teórica, el tipo de cambio debería asociarse mas bien con las diferencias en la inflación, y con la posición relativa en la balanza de pagos. Lo lógico sería que aquellas monedas cuyas economías presenten una mayor inflación tendiesen a devaluarse, compensando en los mercados exteriores vía tipo de cambio el diferencial en precios. Y, asimismo, parece normal que aquellos países con déficit estructural en su balanza de pagos tiendan a depreciar su divisa cerrando de tal manera su brecha en el sector exterior, mientras que el efecto sería el opuesto en aquellos que presenten superávit.

Pues bien, en las relaciones euro-dólar las cosas están sucediendo al revés de las prescripciones del modelo teórico. Es el dólar el que se revaloriza con respecto al euro, a pesar de que la inflación en Europa es menor que en EE.UU, y que este país presenta un abultado déficit comercial frente al superávit europeo. Y es que en la realidad difícilmente se cumple los análisis matemáticos creados en condiciones ideales en los servicios de estudios.

Vaya por delante que no soy de los que consideran una tragedia que el euro se haya depreciado con respecto al dólar. Pienso, mas bien, que el saldo ha sido positivo. Es verdad que a través del tipo de cambio se puede estar importando inflación, pero en ningún caso es este el problema de los países europeos, con incrementos de precios excepcionalmente bajos. Incluso en Irlanda o en España las dificultades no provienen de las tasas absolutas sino de la diferencia con respecto a la de los otros países del área del euro. Su situación no empeora o mejora si todos ellos evolucionan en la misma dirección.

Por el contrario, la depreciación del euro ha incrementado la competitividad de las economías europeas. Ciertamente de países como Alemania o Francia, con una parte importante de su comercio exterior fuera de la Unión Monetaria; pero también para España en que la apreciación frente al dólar puede estar compensando la pérdida de competitividad, por el diferencial de inflación con el resto de la Unión Monetaria.

No es lógico, por tanto, que el BCE se empeñe en subir los tipos de interés. Además, resulta inútil porque tal como se ha demostrado el Banco de la Reserva Federal puede a su vez elevarlos en la misma o mayor cuantía. Es hora de que vayamos siendo conscientes que mientras se mantenga la absoluta libertad de capitales, nada o muy poco se puede hacer contra los mercados cuando han puesto en su ojo de mira a una moneda, y es claro que hoy por hoy el Euro no despierta ningun entusiasmo. No existen razones económicas pero, tal vez, sí políticas. El dólar tiene tras de sí un Estado fuerte, dispuesto a imponer su ley y su voluntad en el resto del mundo. El euro carece de una unidad política que le respalde. Es una moneda virtual, casi de cuentos, apátrida, sin estado que le de soporte. Hemos querido cuadrar el círculo, unidad monetaria antes que política. Ahora no podemos extrañarnos.