La derrota de la socialdemocracia

Son muchos los comentaristas que se preguntan acerca de un hecho aparentemente sorprendente: ¿cómo es posible que cuando en el campo ideológico se rompe la hegemonía del neoliberalismo económico y se renuncia, aunque sea parcialmente, al fundamentalismo de mercado, los partidos socialistas europeos estén en decadencia tal como han mostrado las últimas elecciones europeas?. Cabría imaginar que con la crisis económica habría llegado el turno de la socialdemocracia, ya que son muchas de sus políticas tradicionales las que se reivindican ahora, incluso por los partidos conservadores.

Sin embargo, el resultado está siendo el contrario. Hay, sin duda, una razón inmediata para ello, y es la habilidad que siempre ha tenido la derecha para apropiarse de las políticas progresistas y de las conquistas sociales, una vez que éstas se imponen por la fuerza de los hechos. Pero existe una razón más importante y profunda: el papel jugado por la socialdemocracia en estos años. Ciertamente, ahora podría haber sido su ocasión, si no hubiese claudicado mucho antes, al adoptar las posturas liberales, convertirse en socialiberalismo y mantener un discurso en materia económica sustancialmente similar al de los conservadores. Sólo les diferencian los matices y quizás una cierta moralina en los planteamientos y en las intenciones.

Defendieron, al igual que la derecha, las privatizaciones, la desregulación del mercado laboral, reformas fiscales regresivas, la reducción del gasto público -incluyendo por supuesto los gastos sociales-, la liberalización de los mercados y un largo etcétera. Resulta difícil encontrar en la Tercera vía de Tony Blair, en la Agenda 2010 del canciller Schröder o en el discurso y en las medidas que González adoptó en su época de presidente de gobierno, alguna huella de la doctrina socialista, o incluso de planteamientos keynesianos. No es, por tanto, posible que puedan liderar ahora con cierta autoridad la crítica al fundamentalismo de mercado.

Si el neoliberalismo económico llegó a alcanzar la consideración de pensamiento único fue porque los partidos socialistas no supieron hacerle frente y terminaron adecuándose a sus postulados e incluso, en buena medida, llevaron a la práctica sus principios durante los años que ocuparon el poder.

Concretamente en España, el PP durante los ocho años que ha estado en el gobierno ha implementado una política netamente conservadora, pero el PSOE estaba en cierta manera incapacitado para realizar en materia económica una verdadera oposición. ¿Cómo criticar las brutales privatizaciones realizadas por los gobiernos de Aznar, si éstas habían comenzado en los tiempos de González? ¿Cómo condenar las regresivas reformas fiscales de los populares si ya el PSOE en sus últimos años de gobierno había acometido algunas similares e incluso en la oposición se pronunciaba a favor sobre el tipo único en el IRPF? En materia laboral apenas fue necesario que la derecha asumiese reformas regresivas, las había llevado a la práctica ya el PSOE.

Todo el diseño de la Unión Europea, obra tanto de socialistas como de populares, se basa en los principios neoliberales. ¿Puede extrañarnos que una gran mayoría de ciudadanos se abstenga y que aquellos que votan no hagan demasiada distinción entre izquierdas y derechas? El propio comisario de Economía de la Unión Europea, socialista por más señas, manifestaba en una cadena de televisión que en el Parlamento europeo se actúa más por la etiqueta nacional que por la ideológica. Pero si es así, ya que el número de parlamentarios españoles es constante, ¿para qué ir a las urnas?