Enseñanzas de Argentina

Son muchos los que coinciden en situar la causa del caos que hoy atenaza a Argentina en la corrupción e incompetencia de sus políticos. Pero decir esto es, en realidad, no afirmar nada. Los defectos e irregularidades de la clase política, han tenido que plasmarse en programas y medidas económicas que son las que han conducido al país al desastre.

El fracaso de Argentina, más allá de la podredumbre e ineptitud de sus dirigentes, es el fracaso de un modelo económico: el neoliberal. Una de las constantes del neoliberalismo económico y de los organismos a su servicio, como el FMI, es la de considerar infalibles sus recetas y recomendaciones. Dios no puede pecar, luego si el mal existe se debe únicamente al hombre. El neoliberalismo económico se identifica con la verdad suma, ergo si los resultados han sido malos o desastrosos es preciso buscar otras causas: Corrupción social y política, desenfrenado gasto público, excesivo déficit o endeudamiento, etcétera.

No será difícil aceptar que Argentina, al igual que otros muchos países emergentes, puede tener un alto grado de corrupción. Característica, por otra parte, que no es exclusiva de los países pobres. Anida también en los ricos. La diferencia estriba tan sólo en la forma; más refinada y ladina en los desarrollados. Tampoco cuesta creer que el sector público de Argentina sea ineficaz y muchos de sus gastos innecesarios, improcedentes, incluso irregulares o ilícitos. Pero pongamos las cosas en su justo término, ni el nivel del gasto público del país, ni la cuantía de su déficit, ni el volumen de su deuda, pueden dar razón por sí mismos de la situación caótica a la que se ha llegado. Por ello es tanto más injustificable la postura del FMI y sus recomendaciones continuas de ajuste.

Pero entonces, ¿dónde se encuentra el problema de Argentina? El mayor problema de Argentina consiste en haber hecho demasiado caso al FMI.

De la triste situación argentina se deducen importantes enseñanzas:

1.  El nuevo modelo económico caracterizado por la absoluta desregulación de los mercados financieros y de capitales y la adopción, al menos en teoría, del libre cambio, hace extremadamente vulnerables a los países emergentes. Sin darles tiempo para que construyan su tejido productivo, especialmente en los sectores industriales y tecnológicos, se les somete a una competencia desigual con los países ricos, competencia que no pueden soportar, tanto más cuanto que las naciones desarrolladas mantienen aun mecanismos proteccionistas precisamente en aquellos pocos artículos, materias primas principalmente, en que el tercer mundo podría ser competitivo. Por otra parte, con la libertad absoluta de los mercados financieros la amenaza de la evasión de capitales estará siempre presente.

2.  En esta realidad económica tan cambiante y en la que los países, especialmente los emergentes, estarán sometidos a todo tipo de perturbaciones, los ajustes vía tipo de cambio constituye uno de los pocos instrumentos con los que se cuenta para neutralizar aquellas; establecer un tipo de cambio fijo resulta extremadamente arriesgado y muy probablemente una opción imposible de soportar a medio plazo. Las dificultades serán tanto más grandes cuanto más heterogéneas sean - es el caso de Estados Unidos y Argentina- las economías de los países cuyas cotizaciones se quiere aunar.

3.  Para instrumentar una política económica propia se precisa, entre otras cosas, de un sector público fuerte. Un sistema fiscal suficiente y progresivo será un elemento imprescindible. La privatización de bancos y empresas estratégicas abandonándolas en manos extranjeras, deja inerme a estos países y sin apenas capacidad de reacción ante las dificultades.

4.  Preocuparse exclusivamente de la inflación y desentenderse del crecimiento y del empleo, conduce inexorablemente al fracaso. Los gobiernos tienen límites sociales y políticos difíciles de traspasar. Ningún programa económico, por muy ortodoxo que sea, puede tener éxito si condena a grandes capas de población al desempleo y a la pobreza. Por otra parte, sin crecimiento económico, resultará imposible, por mucho que se cumplan todos los requisitos nominales –inflación, déficit, etcétera– granjearse la confianza de los mercados. Ahí radica el mayor error del FMI con Argentina, en repetir el que cometió con los países del sudeste asiático. Forzar a continuos ajustes que arrojan al país a la recesión, sin que por supuesto ninguno de ellos logre equilibrar las cuentas públicas, porque a menor crecimiento económico, menor recaudación fiscal, y por lo tanto permanecerá el déficit