Las paradojas de la crisis

La crisis económica está poniendo de manifiesto, para todo aquel que quiera verlas, las enormes contradicciones sobre las que se asienta el actual orden (más bien diríamos desorden) económico internacional, lo que da lugar a múltiples paradojas.

La primera se encuentra en que las personas e instituciones cuya irresponsabilidad, errores y fraudes originaron e incubaron la crisis, forzándoles a suplicar ayuda y salvación a los Estados, se revuelvan ahora contra esos mismos Estados cuestionando su solvencia ante las deudas contraídas, en gran medida, por su culpa. Se cumple así la fábula del escorpión atribuida a Esopo. Pero precisamente por el hecho de que “está en su naturaleza”, los Estados nunca debieron abdicar de sus competencias y aceptar la libre circulación de capitales.

La segunda paradoja reside en que, a pesar de que han sido los mercados financieros los causantes de la crisis, sea el laboral el mercado que se pretende reformar. Se intenta que el coste de la crisis —lejos de recaer sobre las entidades financieras, sobre sus accionistas y administradores— gravite sobre los trabajadores, reduciendo los gastos sociales, deprimiendo los servicios públicos y cuestionando la viabilidad del Estado del bienestar.

La tercera radica en que, si bien la crisis se ha incubado en EEUU, sea Europa la que está teniendo más problemas para recuperarse y dejar atrás la recesión económica. ¿No será acaso que hemos querido cuadrar el círculo con la creación de la Unión Monetaria y las dificultades aparecen al primer contratiempo?

La cuarta paradoja, y ligada a la anterior, se halla en que Alemania recrimine a los otros países de la Unión Monetaria por sus déficits y les amenace con la expulsión de la eurozona cuando son precisamente esos déficits los que están sosteniendo la economía alemana, basada mucho más en las ventas al exterior que en la demanda interna. Alemania es la principal beneficiaria de la moneda única. De no existir ésta, el marco se habría apreciado con respecto a las otras monedas, lo que habría dañado las exportaciones alemanas y, por tanto, su crecimiento.

La quinta y última paradoja se revela en la utilización que el PP hace de la recesión económica para arremeter contra el PSOE, como si sus ocho años de gobierno no hubiesen tenido nada que ver con la generación de la burbuja y consiguiente crisis, y que incluso se permita recomendar las mismas recetas que han conducido a ella.