Medea no existiría sin Jasón

Ha transcurrido ya un año de aquellas imágenes difundidas profusamente de un puñado de furibundos iraquíes, derribando y arrastrando después la imagen de Sadam Husein, con las que EEUU quería demostrar al mundo entero que sus soldados eran recibidos como fuerzas de liberación. Muy pronto los hechos desmintieron ese cuadro pintado de rosa, dejando al descubierto lo que realmente eran, fuerzas de ocupación, y como tales atacadas con los métodos más dispares por los distintos grupos guerrilleros.

Hoy, un año después, la insurrección es generalizada y Estados Unidos ha conseguido lo que parecía imposible, unir a suníes y chiíes en una lucha contra los invasores. La situación resulta insostenible y la coalición está metida en una encrucijada de muy difícil salida. Sólo la mala conciencia o un intento de justificar posiciones adoptadas previamente pueden explicar que haya, tanto en EEUU como en España, quienes intenten negar la evidencia.

Evidente es, que las actuaciones llevadas a cabo por los invasores en Afganistán o en Irak dejan pequeños en cuanto a barbarie y asesinatos todos los actos terroristas. Los bombardeos indiscriminados no se han practicado exclusivamente durante la contienda sino también en la época de posguerra, como estos días en Faluya, con más de quinientos muertos y no se sabe cuántos heridos. Tal como afirmaba un humorista en el diario El Mundo: la destrucción masiva ya la tenemos, sólo nos falta encontrar las armas.

Es también incuestionable que la invasión de Afganistán y de Irak, lejos de reducir el fenómeno terrorista lo está incrementando sustancialmente, y que éste va a ir adquiriendo mayor intensidad. Sin la interferencia americana en los países árabes y sin la política criminal de Israel frente a los palestinos, llevada a cabo con la complicidad de EEUU y otros países occidentales, el fundamentalismo islamista no hubiese derivado en terrorismo o al menos no con la generalidad e intensidad con que lo ha hecho.

Resulta lógico pensar, por muy desagradables que puedan parecer a algunos tales reflexiones, que si no hubiera existido la foto de las Azores y si nuestras tropas nunca hubieran pisado suelo iraquí, donde nada se nos había perdido, el 11-M no habría quedado grabado como una de las jornadas más tristes y trágicas de nuestro calendario y el miedo no atenazaría ahora a muchos españoles.

Algunos pretenden ocultar tales evidencias con el manto de la maldad intrínseca, casi metafísica, de los terroristas. Todo se explica por su perversidad. Como manifestación más pura de ella hay quien alude reiteradamente a las madres palestinas que se regocijan de la auto inmolación de sus hijos en actos terroristas. ¿Cómo entender que el odio al enemigo sea más fuerte que el amor filial? Hay que traer a colación la Medea de Eurípides. Veinticinco siglos atrás, el más trágico de los trágicos griegos -como le llamaba Aristóteles- demuestra ser un analista mucho más profundo de la psicología humana que los actuales charlatanes que inundan las tertulias radiofónicas. Él sabía bien que resulta imposible explicar la conducta de Medea sin hacer referencia al comportamiento de Jasón.