¡Vaya democracia!

Se profanan las palabras. Resulta extravagante escuchar al presidente de un gran banco apropiarse, frente a unos manifestantes, del vocablo democracia y predicarlo de la Junta General de accionistas. No es ningún secreto que todas las juntas están amañadas. Además ¿habrá algo que sea menos democrático? Sustituye el primer principio de la autentica democracia: un hombre un voto, por el de un euro un voto. Y ni siquiera eso se cumple. Los pequeños accionistas, los clientes, los trabajadores no cuentan, no votan. Sólo lo hacen los grandes, que a su vez son también sociedades o entidades financieras en las que la decisión pertenece de nuevo a una minoría. Y así sucesivamente, las participaciones se entrecruzan o se extienden formando una cadena. Se termina por no saber quienes son los verdaderos propietarios y en función de qué título mandan los que mandan. ¿De dónde le viene la legitimidad a D. Francisco González?

Claro, que aun resulta más disparatado calificar de democrático el sistema de EEUU. Bush quiere acabar con el eje del mal, con los terroristas, y para ello se torna él mismo terrorista, terrorismo de Estado, terrorismo internacional. Está a favor de juzgar a algunos genocidas –sólo a algunos– pero no admite la existencia de un tribunal internacional. "No se debe permitir que hombres sin respeto por la vida –dice– posean los máximos instrumentos de muerte". Únicamente él debe poseerlos, porque, como es bien sabido, Bush ama la vida, rechaza la pena de muerte y es incapaz de bombardear a ninguna población indefensa. Él sí debe tenerlas, y por eso ha incrementado fuertemente los gastos militares, retrocediendo en materia de desarme lo andado. Todo sea por la industria militar que ha subvencionado su campaña.

Sharon llama terroristas a los palestinos, mientras él, ante la pasividad de Europa y EEUU, retorna a sus tiempos de terrorista –solo que ahora con misiles– y pretende exterminar a los palestinos.

Parece ser que únicamente a algunos les es aplicable el término terrorista. La palabra se usa además con gran ligereza, como arma arrojadiza, como instrumento para descalificar a todos aquellos que critican el "status quo" o se apartan de lo políticamente correcto. No ha faltado quien se haya apresurado a establecer la conexión entre los que clamaban contra la globalización en la junta de accionistas del BBVA, y ETA.

Ya lo ha dicho el Presidente del Gobierno. Puesto, que según parece Herri Batasuna se manifiesta en contra de la globalización, todo aquel que mantenga una postura crítica frente al nuevo orden económico mundial y frente al proyecto actual de Unión Europea, todo aquel que se manifieste el próximo fin de semana en la ciudad condal –hasta el oficialista foro social de Barcelona– se convierte en cómplice de ETA.

El mal llamado movimiento antoglobalización puede verse constreñido por ambas partes. Por un lado se le descalifica como terrorista, mientras que por el otro se le pretende domesticar, absorberlo, diluirlo, privarle de toda su garra. ¿Qué crítica pueden practicar los socialistas españoles, franceses o alemanes cuando, o bien han gobernado o bien gobiernan ahora? Críticos sí, pero sólo en la oposición, o en campaña electoral.

Barcelona fortificada, en estado de sitio. Pretenden avanzar en la liberalización, liberalización de la que todos hablan pero ninguno practica. Liberalización no es igual que privatización. Curándose en salud, la Comisaria europea Loyola del Palacio ha afirmado que los mercados no perdonarán un fracaso en Barcelona; o sea que los mandatarios europeos, mejor o peor elegidos, deben plegarse a la voluntad de los mercados. ¡Vaya democracia!