Los mercados pasan de ajustes

En los últimos días, los tecnócratas europeos -y alguno que otro que no lo es, como Sarkozy- han colocado a nuestro país como diana, situándolo, según se dice, en el centro de las preocupaciones de Europa. Resulta curioso que el hecho ocurra inmediatamente después de la celebración de una huelga general, con bastante éxito de seguimiento dadas las condiciones laborales de nuestro país y sobre la que Merkel se apresuró a decir que no era para tanto y que, en consecuencia, no había que cambiar nada, y después también de un sinfín de manifestaciones multitudinarias celebradas en todas las localidades y provincias.

 

Es difícil evadirse a la sospecha de que ambos acontecimientos están interrelacionados y de que los poderes económicos y sus lacayos, los funcionarios europeos (los dos Marios, Monti y Draghi, provienen de Goldman Sachs, uno de los bancos de inversión responsables de la crisis y al que volverán, o a otra entidad similar, en el futuro, al igual que lo ha hecho Trichet), pretenden erradicar cualquier tentación que el Gobierno de Rajoy pudiera tener de dar marcha atrás. Si así fuera, estarían dispuestos a propiciar el desastre con tal de poder colocar en el gobierno, como en Grecia o en Italia, a un tecnócrata obediente. Seguramente no será necesario ya que Rajoy cumplirá a la perfección con ese papel.

 

Draghi, tan celoso de su independencia pero sin ninguna legitimidad democrática, no tiene ningún empacho sin embargo en dar órdenes e indicaciones a los gobiernos legítimamente elegidos y se convierte en el intérprete de los mercados, y así afirma que la subida de la prima de riesgo de España es la constatación de que quieren más reformas. ¿Más reformas? Desde hace menos de dos años, concretamente mayo de 2010, fecha en la que Merkel decidió implantar el IV Reich con la complicidad de Sarkopetain, en España se ha elevado dos puntos el tipo de IVA; se han realizado dos reformas del mercado de trabajo, por supuesto en la misma línea de reducción de los derechos laborales (especialmente la última deja totalmente desamparado al asalariado frente a la empresa); se ha restablecido el impuesto de patrimonio; se han subido sustancialmente los tipos del IRPF; se han eliminado deducciones del impuesto de sociedades; se ha reformado el sistema público de pensiones con el fin de rebajar en el futuro la pensión media y se han congelado por primera vez las prestaciones actuales de los pensionistas con la consiguiente pérdida de poder adquisitivo; se han subido varias veces los impuestos especiales; se han incrementado considerablemente las tasas e impuestos como el de bienes inmuebles; se ha reducido el número de empleados públicos, impidiendo la sustitución de las jubilaciones. A los funcionarios se les ha rebajado el sueldo en un 5%, lo que junto la congelación salarial de los años anteriores y la subida de los distintos impuestos puede haber ocasionado la pérdida de poder adquisitivo en un porcentaje cercano, por término medio, al 20%. Disminuye el número de organismos y de empresas públicas y se baja el sueldo a sus directores y a la mayoría de sus trabajadores. A lo largo de estos años la cuantía del gasto público en todos los capítulos y ministerios disminuye casi un 50% y, por si todo esto fuese poco, se cambia el modelo de Estado al constitucionalizar el déficit cero. ¿Más reformas? Los mercados, o la interpretación que de ellos hace la nomenclatura europea, resultan insaciables. Y Rajoy anuncia recortes adicionales de 10.000 millones de euros en educación y en sanidad. ¿Hasta dónde quieren llegar?

 

A pesar de todos estos ajustes y reformas, la situación es peor que en mayo de 2010 y la prima de riesgo, más elevada; y es que la desconfianza de los mercados no obedece tanto a la falta de ajustes como al exceso de ellos, ya que conducen a la economía a la recesión e incrementan el desempleo, variables a las que los mercados son tanto o más sensibles que al déficit publico. El origen último del recelo de los inversores es la sospecha de que la Unión Monetaria (UM) no es viable y de que, antes o después, deberá disolverse, por eso el ataque se dirige contra los países más débiles. Los mercados no creen en la UM y exigen tipos de interés diferentes a los distintos países, como si se fuese a producir un realineamiento de monedas.

 

Draghi afirma que el BCE ya ha hecho todo lo que le corresponde y que ahora les toca el turno a los Estados. Mentira. Uno de los problemas, no el único pero sí muy importante de la UM, estriba en que el BCE no es, como se suele afirmar, independiente: por el contrario, es muy dependiente de Alemania e instrumenta la política monetaria que conviene al país germánico. No se comporta como un auténtico banco central, respaldando a los Estados ilimitadamente; estos, en presencia de la libre circulación de capitales y sin una autoridad monetaria que les apoye, se encuentran totalmente indefensos ante los mercados, por más ajustes y reformas que se emprendan.

 

Mario Draghi se atreve a dictaminar que los países menos competitivos deben reducir salarios. Qué curioso, dice salarios y no precios. Se le ve el plumero, porque el problema de muchos países como España radica en que, a pesar de que los salarios han tenido una evolución más moderada que en la media de los otros países, las tasas de inflación han sido superiores. Solo la depreciación de la moneda, medida que no es posible, devolvería la competitividad perdida. Eso lo saben los mercados y por eso apuestan en contra, por más ajustes que el Gobierno lleve a cabo.