Estatuto: se les entiende todo

Con la presentación en el Congreso del Estatuto catalán, se ha producido también simultáneamente una invasión de políticos catalanes en todos los foros de opinión y medios de comunicación nacionales, dispuestos a realizar, tal como dicen, una función pedagógica. Me temo que tales actuaciones no sólo pueden ser inútiles sino incluso contraproducentes. La gran mayoría de los ciudadanos españoles, aun cuando no sean técnicos en materia jurídica y constitucional, intuyen perfectamente lo que el Estatuto pretende y de ahí que, sin necesidad de grandes análisis, lo rechacen y no estén dispuestos a que se apruebe, al menos en los términos en los que se ha presentado. Y ¡ay! del partido nacional que pretenda forzar esa voluntad, única soberanía legítima. El PSOE, con sentido realista, debería ser consciente de que en España -y creo que en otros muchos países-, hace ya tiempo que no se ganan las elecciones, sino que las pierde el contrario. Zapatero no ganó los comicios del 2004, los perdió Aznar. Y Aznar no ganó los del 96, los perdió González. El Estatuto catalán puede convertirse en la tumba de Zapatero.

A los políticos catalanes cuanto más hablan más se les entiende todo. Maragall inició su misión profética el mismo día dos de octubre en el diario El País. En una larga entrevista, nos espetó eso de que el centro estaba encantado de haberse conocido. Me temo que predicó de Madrid lo que en realidad es propio de la clase ilustrada catalana: se siente encantada de haberse conocido. Es Cataluña, al menos la Cataluña de los maragalls, la que orgullosa y soberbia mira por encima del hombro al resto de España, se proclama diferente, superior, y quiere marcar distancias -federalismo asimétrico- ¿Les puede extrañar acaso que su intento de tibetanización provoque reacciones de rechazo en el resto del país? Bush ha logrado incrementar el antiamericanismo en el mundo, y Pujol, Maragall, Rovira y algunos otros están consiguiendo que aumente el anticatalanismo.

El centro de Maragall -quizás habla de centro para evitar referirse directamente a Madrid- jamás ha establecido barreras ni fronteras. Ha recibido a todo el mundo sin exigencia de bautismo, ni conversiones a lo Montilla. Ha elegido a los presidentes de su Comunidad o a sus alcaldes sin pedirles certificado de nacimiento ni de pureza de sangre. No está obsesionado por definirse. Es lo que es, posada, segunda patria y punto de encuentro de ciudadanos de todas las procedencias y de todas las regiones, a los que para integrarse no se les pide que apostaten de sus orígenes. Tampoco precisa mirarse continuamente el ombligo para hallar su identidad. Su solidaridad con el resto de España radica precisamente en que no habla de solidaridad ni de generosidad. Y aunque es la Comunidad en la que la hacienda pública recauda más, sabe que ello no le concede más derechos; por el contrario, si se quiere, más deberes, ya que obedece tan sólo a que su nivel de riqueza es superior.

En la prepotencia, orgullo y soberbia de determinados discursos nacionalistas, lo que en el fondo subyace es cierto complejo de inferioridad, el de aquellos que sólo pueden encontrarse creando hechos diferenciales con los demás. Su ensimismamiento tiene en realidad mucho de envidia y de resentimiento. Maragall, en la entrevista citada, mentía al afirmar que para ellos Cataluña es parte de España. Su discurso y, sobre todo, sus propuestas lo desmienten. Si no, ¿a qué vienen ese intento de diálogo bilateral con el Estado y su continua referencia al pacto con España? Maragall señalaba que tenían derecho a indicar cómo debe ser España; por supuesto, pero me temo que el discurso del presidente de la Generalitat va más allá, quiere indicar cómo deben ser el resto de las Autonomías. Sobre todo les reprochaba su pobreza, fruto según él de la mala administración y de la incuria de sus habitantes. Discurso que recuerda al de los neoliberales cuando se oponen a la ayuda al desarrollo e intentan dar razón de la mala situación económica de los países del Tercer Mundo. Los culpables son los propios países pobres. Las culpables son las propias Autonomías económicamente menos afortunadas. Unos y otros se resisten a aceptar que pobreza y riqueza son la cara y la cruz de la misma moneda.

A los políticos catalanes se les entiende todo. El otro día en Onda Cero, Carlos Herrera puso a Artur Mas entre la espada y la pared a la hora de justificar el nuevo -más bien viejo, pues no es otro que el del País Vasco- sistema de financiación que el Estatuto propone. Para salir del atolladero, utilizó el ejemplo de la Unión Europea. Los que tributan son los Estados y no los ciudadanos, y los Estados ricos como Alemania se quejan también de que han llegado demasiado lejos en la solidaridad. O sea, que el modelo de integración que proponen entre las distintas regiones de España es el de la Unión Europea , modelo de integración que aun para Europa muchos hemos criticado por contradictorio e ineficaz, incapaz de compensar los desequilibrios que genera un mercado único. Para Mas, los vínculos y las relaciones entre Andalucía y Cataluña deben ser similares a los que se establecen entre Alemania y Grecia. Se le entiende todo.