Ultimátum a la ONU

Desconozco, si cuando se publique este artículo, el Consejo de seguridad de la ONU habrá aprobado una nueva resolución, o si por el contrario ésta habrá sido rechazada, bien porque no haya obtenido los votos necesarios, bien porque alguna de las naciones que tienen derecho a veto se haya atrevido a utilizarlo. De lo único que estoy seguro es que la guerra, por llamarla de alguna forma -difícilmente se puede hablar de guerra cuando el poder de los contrincantes es tan desigual, sería mejor calificarlo de genocidio- se desencadenará en un plazo muy breve. La decisión está tomada. Mas bien habría que afirmar que la decisión se tomó hace ya mucho tiempo, y que desde entonces hasta ahora lo único que se está haciendo es aprovechar el necesario periodo de preparativos bélicos para conseguir que la ONU santifique lo previamente decidido.

No hay lugar para el engaño. EEUU lo ha repetido hasta la saciedad. Con Consejo de seguridad o sin Consejo de seguridad atacará a Irak, con lo que el tejemaneje de estos días adquiere el carácter de pantomima y de intento de revestir de legalidad un acto de estricto terrorismo internacional. Es más, mientras se discute en la ONU la conveniencia o no de atacar a Irak, EEUU ha violado ya la zona de exclusión y los controles que la propia ONU tenía en la frontera entre Irak y Kuwai. No es a Sadam Husein a quien se le da un ultimátum sino al Consejo de seguridad. Sus decisiones valen si se pliega a la voluntad de Bush, de lo contrario queda deslegitimado.  

En esa misma línea de razonamiento Tony Blair, curándose en salud, ha insinuado que no tomarán en consideración un veto si éste no es racional. Bonita manera de argumentar. Por lo visto hay vetos razonables y vetos no razonables y, ¿quién juzga cuándo estamos en uno u otro caso? ¿Una raza superior de hombres, de lideres, de naciones? A eso en el mejor de los casos se le llama despotismo ilustrado. El gobierno para el pueblo pero sin el pueblo. El gobierno para el mundo pero sin el mundo. Es la muy vieja teoría según la cual la mayoría de la sociedad, de las naciones, son menores de edad, ignorantes de lo que les conviene, y deben dejarse dirigir por una casta de insignes, bien sean personas o naciones. Se retorna al colonialismo más burdo, a los planteamientos de Quiplin, la pesada carga que gravitaba sobre la raza blanca, la de expandir la civilización occidental al resto del mundo. En la actualidad el concepto incluso se restringe Ahora es el pueblo americano, anglosajón, en todo caso Y en ese contubernio ¿qué pinta España?

Desde el gobierno, ante el miedo de que países como Francia pudiesen vetar una segunda resolución, se introduce la duda acerca de la racionalidad de las normas que rigen el Consejo de seguridad. Nos cuentan ahora lo que todos sabemos desde hace muchísimo tiempo. Que la organización de la ONU y más concretamente de su Consejo de seguridad obedece al equilibrio de fuerzas surgido tras la segunda guerra mundial, y que fueron los países ganadores de esa contienda los que se reservaron el derecho de veto. ¿Irracional? Sí ¿Poco democrático? También. Pero esas son las reglas del juego, o es que tales reglan de juego sólo valen cuando el que veta es EEUU? Será, con mucho, este país el que más ha empleado este instrumento, a veces para blindarse a sí mismo contra los desmanes cometidos en el exterior.

La Carta de las Naciones Unidas constituye lo poco, muy poco, que tenemos de legalidad internacional. ¿Debería reformarse? Muy probablemente. Pero hasta tanto se reforme, ahí está, y lo que no vale es aplicarla de manera distinta según nos interese, y mucho menos sustituirla por la voluntad unilateral de unos pocos países, más bien diríamos de un solo país, aun cuando algunos otros hagan de comparsas.

Además este razonamiento se puede volver en contra del mismo gobierno. Alguien le podía decir que también es irracional y poco democrático que no exista una correlación entre el número de votos y el número de representantes. Los partidos que se oponen a la guerra suman muchos más votos que los que cuenta el partido popular y, no obstante, en el Parlamento, la postura del gobierno logra aprobarse gracias a que a pesar de ser minoritario en votos es mayoritario en el número de representantes. Nadie, que yo sepa, ha puesto en duda la legalidad de estas votaciones.

El gobierno en sus argumentaciones acude al ejemplo de Kosovo y tiene su parte de razón. Aunque la conclusión en ningún caso puede ser la legitimidad de esta guerra sino la necesidad de que partidos como el PSOE, y países como Francia o Alemania reflexionen sobre el camino peligroso que emprendieron al dar su apoyo a ese nuevo orden internacional. Cuando uno se apropia del pomposo nombre de comunidad internacional y se admite la ingerencia de unas naciones en otras, es complicado trazar la línea divisoria, uno se sitúa en una rampa descendente en la que resulta difícil parar. Aquellos polvos trajeron estos lodos. Se abrió la caja de Pandora y no va a ser sencillo cerrarla.