¿Quién manda en el mundo?

El pasado fin de semana, la mayoría de los líderes mundiales tuvieron que interrumpir sus vacaciones, y mantener entre sí reuniones y conversaciones telefónicas. No había estallado ninguna guerra. Simplemente, una agencia de calificación, una empresa privada, había reducido la nota de la deuda de EEUU. Standard and Poor´s ha puesto en jaque a los gobiernos de todos los países del mundo. Pero, ¿a quién representa? Absolutamente a nadie. Eso sí, defiende poderosos intereses. Entre sus mayores accionistas, se encuentran algunos de los más importantes fondos de inversión.

Los gobiernos han liberado un monstruo que ahora no saben cómo controlar. La libre circulación de capitales, la desregulación de los mercados financieros y el poder concedido a determinadas entidades privadas no solo convierten en papel mojado el concepto de soberanía popular, sino que configuran un mundo económico financiero caótico que en cualquier momento puede precipitarnos en una crisis como jamás se haya conocido.

En 2008 estuvimos al borde del abismo. Los mandatarios mundiales prometieron todo tipo de reformas que se han quedado sobre el tablero. Es más, en cuanto aparecieron los primeros signos de recuperación, se retornó al statu quo anterior y a la defensa de las políticas y de los principios que nos habían conducido a la crisis. La Unión Monetaria continúa presa de sus contradicciones, con desigualdades gravísimas entre sus miembros que hacen imposible su mantenimiento. Alemania, principal beneficiaria, además de negarse a que se dé cualquier paso hacia una verdadera unión, ha impuesto a los otros países políticas tan restrictivas que obstaculizan la recuperación. China critica a Estados Unidos por su déficit, sin asumir la responsabilidad que le corresponde por su enorme superávit. Los republicanos en Norteamérica, con tal de cargarse a Obama, están dispuestos a lanzar el mundo a otra recesión. Y los países que, como Alemania y China, viven de las exportaciones no quieren entender que tales desajustes en las balanzas de pagos son imposibles de sostener.

La crisis se solucionó en falso y todo apunta a que será precisa una nueva recesión, quizá de mayor volumen, para que se coja por fin el toro por los cuernos.