El PNV y la prórroga de los Presupuestos

Algo huele podrido en Dinamarca, y algo no funciona en nuestro sistema electoral cuando la aprobación de los presupuestos no depende de su contenido, sino del tributo que se pague a un partido nacionalista, al que las cuentas del Estado no le importan demasiado. Lo grave es que esta especie de simonía, de compra de votos, no sólo no se esconde, sino que se hace ostentación de ella. Lo grave es que la sociedad contempla año tras año este tira y afloja como la cosa más natural sin que se levante ninguna protesta. Lo grave es que los partidos políticos mayoritarios prefieren tener que pagar peaje a los nacionalistas cuando están en el poder antes que cambiar la ley electoral.

 

Creo firmemente que los pactos, los acuerdos, son la esencia misma de la vida democrática. No estoy a favor de las mayorías absolutas y, por lo mismo, me parecen antidemocráticas esas propuestas de que gobierne la lista más votada, o de que por ejemplo el alcalde se extraiga automáticamente de ella. Es bueno el pacto, el acuerdo y que lo que por fin se sancione sea un híbrido de las distintas posturas en el que todos hayan tenido que ceder algo para consensuar la mayoría necesaria. Nada que objetar, por tanto, a que los presupuestos se aprueben por este procedimiento, pero siempre que lo que esté en discusión sean los propios presupuestos. Ahora bien, nada de eso se plantea ahora.

 

El PNV no cuestiona los presupuestos, ni quiere cambiar tal o cual partida de ellos. Lo que exige nada tiene que ver con las cuentas de 2011 que se discuten en las Cortes. Se trata de chantajear al Gobierno para que, a cambio de su voto, los políticos vascos –no los ciudadanos vascos, que tan autogobierno es el de Euskadi como el de Madrid— asuman más y más competencias o, como ocurrió en la aprobación de los presupuestos de 2010, el País Vasco consiga privilegios a costa de otras Comunidades.

 

El escándalo es tanto mayor cuanto que el agente del chantaje es un partido que obtuvo en las ultimas elecciones únicamente 306.000 votos, un 1,7% del total, exactamente igual que UPD, con la diferencia de que mientras esta formación tiene tan sólo un diputado, el PNV tiene seis, tres veces los de IU, aunque la coalición le triplica en votos. Cosas de la ley electoral.

 

Urkullu, con todo el desparpajo, ha venido a decirle a Zapatero que tiene en sus manos que siga en el Gobierno y, que por esa razón, debe pagar un buen precio. Hace así una suposición muy atrevida, la de que, en el caso de no aprobarse los presupuestos, Zapatero se vería obligado a convocar elecciones anticipadas. Es especialmente chocante que sea precisamente el PNV el partido que realice tal suposición, cuando ha estado gobernando en Euskadi, año tras año, con unos presupuestos prorrogados.

 

Lo cierto es que todos los comentaristas dan por hecho que en estas circunstancias económicas los presupuestos no se pueden prorrogar. Sin embargo, yo considero que más bien es en este año cuando el Gobierno no tendría ningún problema para funcionar con unos presupuestos prorrogados. Las dificultades se encontrarían si los que se pretenden aprobar contuviesen autorizaciones de gasto más elevadas que los del precedente; la prórroga de éste sería un corsé que impediría al Gobierno acometer los objetivos trazados. Pero el caso actual es el contrario. Las partidas de gasto que se planifican para 2011 son inferiores a las de 2010. Al Ejecutivo, desde el punto de vista técnico, no tiene por qué crearle complicaciones la prórroga del presupuesto. Nadie puede obligarle a que gaste más de lo que quiere. Un acuerdo de no disponibilidad y las correspondientes transferencias entre partidas, tal como permite la Ley General Presupuestaria, dejarían convertido el presupuesto de 2010 en el de 2011, sin que las Cortes hubieran tenido que intervenir.

 

Se podría alegar que desde el punto de vista político, aunque perfectamente legal, no sería presentable. Menos presentable -creo yo- sería aprobar los presupuestos cediendo al chantaje del PNV.